Imagine por un momento que está con su pareja. Es una noche perfecta. La temperatura ideal y la música que se escucha es muy romántica. .Están conversando alegremente, la comida es exquisita, la situación no podría ser mejor. Cuando de repente se escucha un grito aterrador, “desalojen rápida y ordenadamente, existe una amenaza de bomba.”En ese mismo momento usted siente que alguien la empuja para salir del lugar. Está paralizado del miedo, el corazón late tan rápido que hasta puede escucharlo, le cuesta recuperar el aliento y comienza a marearse, se siente débil, cree, que en ese momento, podría realmente morir. Su instinto le dice que debe salir corriendo, pero no puede, la desesperación lo invade.

Ahora imagine esa misma velada encantadora y el mismo pánico con toda esa activación corporal, pero esta vez, no hay ninguna amenaza de bomba. Su corazón golpeando su pecho como un caballo a todo galope, sudoración, sensación de ahogo, dificultad para respirar, diarrea, temblores, inestabilidad, mareos, sensación de desmayo, escalofríos, sofocación, son algunos de los síntomas que podría sentir. Quiere salir corriendo del lugar, la desesperación lo invade. Es un gran desconcierto. ¿Qué puede uno pensar en esa situación? ¿Qué me está pasando, me estaré por morir, me estaré volviendo loco? Hay quienes sienten vergüenza y no cuentan lo que les sucede, no entienden lo que les pasa, no encuentran las palabras para explicarlo. Se sienten absolutamente solos en su desesperación, no hay experiencia similar a ésta que están viviendo.

Esta es la experiencia de aquellos que sufren de ataques de pánico. Imagínese estar pasando por una emoción de pánico aterradora, darse cuenta al mismo tiempo que no hay nada externo que la provoque y sentirse tan perplejo y devastado por la situación que ni puede hablar de ella. Luego de esos largos minutos que dura la experiencia, y como si el pánico vivido hubiese sido escaso, queda además el temor a que vuelva repetirse. La persona se siente absolutamente vulnerable.

Ahora bien, ¿qué es el trastorno de pánico y qué se puede hacer para solucionarlo? El TP es un trastorno de la ansiedad caracterizada por la aparición de ciertos síntomas que producen un malestar significativo y una desregulación emocional que trae como consecuencia conductas de evitación. Estas conductas llevan a la persona a no enfrentar todas aquellas situaciones en las que podría aparecer la crisis.

Cuantos más pensamientos catastróficos, como la idea de muerte inminente o el temor a enloquecer, a perder el control o a tener alguna enfermedad grave, mas se padece porque se retroalimenta el circuito del miedo. Estos pensamientos activan el sistema de alarma. Es lo que se denomina “miedo al miedo.”

 

Características

El ataque o crisis de pánico se caracteriza por un malestar muy intenso, acompañado de sensación inminente de muerte, que se inicia bruscamente y alcanza su máxima expresión aproximadamente a los 10 minutos de haber comenzado. Muchos pacientes relatan que los síntomas aparecen “de la nada”, sin aviso previo y en ausencia de estímulos externos que puedan desencadenarlos. Pueden aparecer mientras estos se encuentran realizando alguna actividad e incluso durante el sueño.

 

Síntomas

Los síntomas físicos más frecuentes son: palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, temblor, opresión torácica, junto con pensamientos como el miedo a morir, o volverse loco, o a tener un tumor cerebral. Sin embargo no todas las personas tienen los mismos síntomas ni estos tienen la misma intensidad.

Para llevar a cabo un diagnóstico de TP es necesario que la persona presente ataques de pánico recurrentes e inesperados y que al menos una de las crisis haya sido seguida durante un mes (o más) de uno (o más) de los siguientes:

  1. inquietud persistente ante la posibilidad de sufrir nuevas crisis.
  2. preocupación por las consecuencias de la crisis.
  3. cambio significativo del comportamiento relacionado con las crisis.

Si estos criterios no se cumplen estamos hablando de crisis o de ataque de pánico y no de un trastorno.

Es común que aquellos que sufren estas crisis comiencen a depender de otras personas o de determinados lugares para sentirse seguros. En ese caso estaríamos hablando de un TP con Agorafobia.

Estas personas temen alejarse de los lugares considerados para ellos como “seguros”, sus casas, centros de salud, familiares cercanos, ante la eventualidad de padecer una nueva crisis de pánico o síntomas asociados a ella. Precisan esos reaseguros, porque se sienten desamparados ante la idea de no recibir la ayuda y la comprensión que necesitan. Además, de buscar constantemente lugares donde se sientan seguros, es probable que estén alerta y se les dificulte gozar incluso de las actividades recreativas. El intento de crear una vida más segura termina limitándola, la vida comienza a achicarse. Dejan de salir o lo hacen con mucho sufrimiento, dejan de hacer cosas nuevas se quedan solo con lo conocido, seguro y manejable. Incluso las situaciones más comunes y simples le resultan ansiógenas. Llevar los chicos al colegio, manejar por un camino desconocido, esperar en un consultorio, hacer la cola del supermercado pueden transformarse en tareas titánicas para alguien que esta tan atemorizado. Todas las áreas de su vida, la social, la laboral y la familiar, se ven afectadas.

La familia y amigos están asombrados por el cambio y suelen dar concejos muy bien intencionados pero poco funcionales, ya que el que no ha pasado por una crisis no puede entender que sea algo inmanejable, que no pasa por razonar y entender la situación, y que aunque se ponga toda la fuerza de voluntad no está en sus manos modificarlo. Frases como:“¡no tengas miedo!”“Relájate. Pensá: ¿Que te puede pasar?”! son fáciles de decir pero no de hacer cuando uno está secuestrado por el pánico, y se siente mortalmente amenazado. El cuerpo es el que manda y no hay voluntad ni razón que pueda sustraerlo de su principal función la supervivencia.

La persona puede recurrir al médico, éste lo enviará a realizarse los estudios correspondientes y al ver que todo está bien puede concluir que lo que tiene es estrés. A menudo, el médico indica algún psicofármaco para bajar la ansiedad, lo que ayuda mucho con la sintomatología, tan florida en estos casos. Aunque puede sentirse muy aliviado, los síntomas ya no están, pero esto no es suficiente para salir del circuito que lo llevo a que su sistema adaptativo colapsara.

 

¿Cuál es el tratamiento y cuándo es el momento adecuado para consultar?

La terapia cognitiva conductual junto con la farmacoterapia son los tratamientos de elección para el tratamiento de este trastorno. Si el cuadro es severo por la intensidad y frecuencia de las crisis el tratamiento farmacológico es imprescindible. Por eso es muy importante bloquear las crisis lo antes posible, ya que las mismas mantienen y alimentan el pánico reforzando, como dijimos antes, el círculo vicioso característico de estos trastornos. Las técnicas que se instrumentan desde el comienzo del tratamiento y la medicación ayudan a que el paciente se sienta más en control de la situación, sin el temor a estar a merced de los síntomas. Las crisis de pánico no desaparecen solas.

Muchos pacientes recurren al alcohol o a la drogas para relajarse, porque la tensión en el cuerpo cuando la ansiedad es muy elevada les resulta intolerable. “Peor el remedio que la enfermedad” podría decirse sobre esta conducta, dado que luego la persona tendrá que tratar otro problema, su adicción.

 

¿Qué factores pueden facilitar que se desencadene una crisis de pánico?

  • El consumo excesivo de alcohol y drogas.
  • El consumo de pastillas para adelgazar.
  • Consumo excesivo de café y bebidas cola.
  • Consumo de tabaco.
  • Situaciones de vida muy estresantes.

El TP puede limitar seriamente la calidad de vida de las personas que lo padecen, puesto que condiciona seriamente la conducta de aquellos que sufren este trastorno.

TIPS

Ejercicio de respiración: inhale por la nariz llevando el aire a la zona abdominal y suelte el aire lentamente por boca o inhale y exhale dentro de una bolsita de papel madera. Esto hará que se restablezca el equilibrio entre el oxígeno y el anhídrido carbónico en sangre.

Ejercicio de relajación: intente relajar los músculos del cuerpo, comience por soltar la mandíbula, afloje el ceño que debe estar fruncido, y luego intente tomar conciencia del cuerpo y con intención recórralo para intentar aflojarlo, yendo desde la cabeza hasta los pies.

Luego del ataque: Si aún no consultó con un especialista, hágalo. No espere a que las áreas importantes de su vida sean invadidas por el miedo y la evitación.

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