Llegan las vacaciones y, con ello, el equilibrio que sostuvo la rutina anual se ve en jaque. Los horarios ya no son los mismos, los chicos pasan a tener más tiempo libre, las responsabilidades parecen disminuir y esta aparente flexibilidad impulsa las ganas de ampliar cada vez más el territorio de dominio de los jóvenes. Han esperado este momento durante todo el año, y ahora desean dictar sus propias reglas.
No es que en sí mismo este espíritu de libertad sea malo. Muy por el contrario, con el tiempo este tipo de actitudes irán forjando lentamente la autonomía de cada joven (más aún al acercarse la adolescencia). No obstante, lo cierto es que suprimir todo tipo de límites durante las vacaciones tampoco es la solución. Lamente de los niños necesita del límite externo, de la autoridad del adulto, para poder construirse y aprenderen un ambiente seguro. Un ambiente sin límites obliga al niño a asimilar estrategias deautorregulación antes de tiempo y de forma precaria o, en otros casos, propicia la aparición de conductas desafiantes que luego son difíciles de revertir. Un chico que aprende que las normas son ambiguas y que deben respetarse sólo “a veces” aprende también que puede desafiarlas y decidir por su propia cuenta cuándo quiere respetarlas.
Ahora bien, hay grises entre un régimen paternal casi militar y la total anarquía educativa. En el caso de las vacaciones, existen modalidades diferentes de encarar las reglas que pueden ayudar a los padres a construir un vínculo más saludable con sus hijos sin dejar de lado los límites.
En primera instancia, esto consiste en evaluar la posibilidad de encontrar formas alternativas para las reglas de la época escolar. Es recomendable escuchar a los chicos y negociar las nuevas reglas, prestando atención a sus deseos, pero dejando en claro que las normas las fijan los adultos. Por ejemplo, sin la rutina de la jornada escolar, no es necesario que los horarios para dormir sean tan rígidos. Estos pueden flexibilizarse, aclarando siempre que es parte de las reglas “sólo para vacaciones”. Anticiparse de esta forma sienta un precedente para la futura reacomodación de las mismas, para la que los chicos ya estarán advertidos.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que con mayor tiempo libre, los chicos también se aburren más, y éste es uno de los mayores desafíos para los adultos. Hay varias opciones posibles mediante las cuales enfrentar este escenario (como las colonias, visitas a amigos y excursiones diarias), pero es importante aclarar en este punto dos cosas: por un lado, no es tan malo que los chicos se aburran de vez en cuando. Aprender a soportar este tipo de estados es algo importante que ellos deben cultivar y, junto con esto, el segundo punto;el aburrimiento puede ser el espacio en donde alimentar la imaginación de los chicos. Sobrecargarlos con actividades y estímulos para evitar quejas no es lo mejor en este sentido. Ahora bien, el avance de las nuevas tecnologías presenta una desventaja en este punto, ya que los chicos en muchos casos acceden de forma indiscriminada a este tipo de entretenimiento, incluso durante largas horas durante el día. La diversión por medio de estos dispositivos no debe ser demonizada, pero los padres también deben tener en claro que los limites en cuanto a la cantidad de horas diarias deben ser claros. Sin entrar en detalle de los que significan las nuevas adicciones de esta generación, lo cierto es que este tipo de juegos suelen demandar un rol pasivo del usuario, aislado de interacciones sociales y, de no controlarse, pueden generar dependencia.
¿Qué hacer entonces cuando los chicos ya tuvieron su cuota de pantalla? La mejor recomendación es, en la medida de lo posible, pasar tiempo con ellos. Escuchar a los chicos, conocer sus inquietudes y aprender de sus intereses es una forma sana de acercarse a ellos y mejorar el vínculo. Animarse a jugar con los más chicos permitiendo que ellos propongan sus propias reglas propicia además el desarrollo de su autonomía y estimula la imaginación. Es en estos momentos de juego donde ellos alimentan su sensación de dominio, de una forma sana, sin cuestionar las normas de los adultos. Que las reglas sean claras no impide que chicos y adultos puedan divertirse, muy por el contrario, son las normas claras las que permiten que la diversión pueda darse de forma sana en un contexto de aprendizaje continuo.
Lic. Gonzalo Romero
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