Al comienzo del aislamiento social preventivo fueron muchos los padres que se preocuparon por el impacto que dicha medida podría llegar a tener en sus hijos. Irritabilidad, cambios en los ritmos de sueño, ansiedad, entre otros fueron los signos señalados por los adultos preocupados. Hoy, por otro lado, con la progresiva flexibilización de la cuarenta y los cambios que favorecen una mayor movilidad, aparece un nuevo miedo inesperado: niños que no quieren salir de sus casas. Considerando el gran impacto que tuvo en la vida de los niños la cuarentena, y especialmente el esfuerzo de adaptación a un nuevo estilo de vida que demandó la misma, no es raro que hoy nos encontremos con niños que no quieren salir de sus casas aún contando con el permiso para hacerlo. Las características son múltiples, y varían de acuerdo a la edad y perfil de personalidad del niño.
Por un lado encontramos niños con una gran ansiedad por separación, que acostumbrados a la presencia cercana y constante de sus padres hoy ven el mundo como un territorio hostil que no están listos para enfrentar solos. También tenemos el aún reinante miedo al virus, ya que las noticias y los aún necesarios hábitos de cuidado especiales hacen que sea difícil olvidarse de que aún es una realidad. Aparecen también los niños con un acentuado perfil de ansiedad social, que acostumbrados al intercambio social digital hoy ven el encuentro cara a cara como algo demasiado amenazante. Como puede verse, son muchas las posibles manifestaciones de esta problemática. Lo importante en primera instancia es que los padres estén atentos para identificar estos patrones de evitación (que a veces se ocultan tras la máscara de desgano o “fiaca”) y lograr describir con sus hijos cuales son los factores que sostienen este miedo. Es importante no obligarlos a exponerse, ya que esto podría simplemente alimentar el miedo y generar experiencias traumáticas. La exposición debe ser gradual, con pequeños pasos que el niño esté dispuesto a dar, y poniendo especial foco en crear nuevos recuerdos y experiencias positivas. El mundo exterior se ha convertido en algo muy amenazante en el imaginario de los chicos, toca volver a resignificar esa experiencia con risas, juegos y disfrute. Mientras más motive el plan al niño, más fácil será que se disponga a enfrentar sus miedos.
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